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Foto del escritorAdriana Romero H.

Síndrome del impostor

Cuántas veces nos hemos sentido tomando el lugar del otro, cuántas veces creemos que estamos en un lugar sin merecerlo, cuantas veces sentimos que podríamos hacer mejor las cosas si fuéramos otros, si fuéramos mejores… o peores.


Él sabía que las cosas no iban a funcionar, estaba seguro, pero tampoco quería ni podía perder la oportunidad. No aspiraba a tanto en la vida, o bueno sí, aspiraba a mucho, pero no de esa manera, es más, estaba convencido de que tenía la mejor suerte del mundo, que no había nadie tan afortunado como él, que tenía a las estrellas guiándolo, que había nacido con la estrella mayor, pero en el fondo, muy en el fondo, también sabía que no era nadie, que era una poquita cosa, pero que solo tenía que lograr que nadie se diera cuenta. Y entonces la vio, la reconoció porque ese tipo de personas se reconocen, saben que cuando se encuentran se tiene que elegir porque o si no la vida se encarga de otras maneras. Y sí, así fue.


Ella era exactamente lo mismo que él, pero lo opuesto, digamos que venía de otro lugar, en donde lo tenía todo, lo merecía todo, era su derecho de nacimiento, pero en cambio ella, tan poquita cosa, que había nacido primero de pies, cagada además de todo y literalmente porque su madre se había cagado para empujarla a la vida, estaba convencida de que no importaba cuanto lo intentara, todo iba a estar en su contra. Y así fue, así es la vida. Si lo pensamos, si lo pensamos con la suficiente intensidad, no solamente pasa, es inevitable que no pase, y ella no dejaba de pensar en eso ni un solo segundo, es más, lo animaba, porque sentía que pesándolo iba a hacer que pasara más rápido, salir de eso, para move on, como le gustaba ponerlo, pero el move on puede tardar años, pero en cambio, eso sí ella no lo calculó.



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